Cuenta una leyenda que San Cristóbal mártir escapó y decidió, como fiel y buen perro, encontrar y servir al más grande de los reyes, descubriendo que para muchas personas, ese rey era Jesús y decidió ir en su búsqueda. No obstante Jesús estaba muerto y Cristóbal no entendía cómo si había muerto él podría encontrarlo.
Un sabio ermitaño le aconsejó buscalo a través de la caridad, así ayudando a las personas a atravesar el río que pasaba por la región. Pero al intentar ayudar a un niño, el can Cristóbal sintió que conforme avanzaban se hacía cada vez más pesada la carga; y, utilizando toda la fuerza que tenía, logró terminar el trayecto para descubrir después que aquel niño era una manifestación de Jesús, el Cristo que él tanto había buscado y que aquel peso significaba el pesar por los pecados de toda la humanidad que a cuestas llevaba Jesucristo.
Para terminar de explicar la historia de que el can santo era un hombre-perro, supuestamente la Iglesia ofreció la explicación de que su buena acción habría conmovido a Jesús y éste le habría puesto fin a la “maldición de Canaán”. La leyenda arranca de la Edad Clásica y discurre por toda la Edad Media donde lo que no tiene explicación se le fuerza una explicación mágica o milagrosa. Así el can Cristóbal, -en una época en la que se consideraba a los animales por debajo de los animales humanos en jerarquía, aunque humanos y no humanos habrian sido obras del mismo Creador-, obtuvo una figura humana y habría obtenido la limpieza espiritual necesaria para poder ser canonizado, lo que ocurrió en el siglo XV.