Todavía hay quienes se creen la patraña o el bulo que los taurinos hacen creer de que el enfrentamiento entre un torero y un toro es de igual a igual, algo leal y equiparado, que es incluso “arte”, y la violencia nunca ha sido ni arte ni cultura.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, RAE, el término tortura se define tortura:
1.Grave dolor físico o psicológico infligido a alguien, con métodos y utensilios diversos, con el fin de obtener de él una confesión, o como medio de castigo.
El Supuesto “arte” y la supuesta “cultura” en una plaza de toros consiste en lo siguiente:
Desde su transporte , el animal comienza su sufrimiento. El transporte se efectúa en una caja estrecha, con la cabeza ladeada y atada, para que los cuernos queden fuera del remolque.
El toro es apartado de su hábitat y encerrado, “encarcelado”, en el chiquero, donde pierde por estrés entre 40 y 50 kilos.
Hasta 24 horas antes de la corrida es encerrado en la oscuridad, a oscuras para que al soltarlo, la luz junto con los gritos de la gente lo asusten, lo pongan nervioso y salga al ruedo desorientado y buscando una urgente salida.
Esta es la forma en que se engaña al público. Con este procedimiento se trata de provocar en el público una falsedad, un engaño, la impresión de que el toro es fiero y bravo, cuando la realidad es que un ser absolutamente asustado y desorientado busca salida urgente y refugio.
Antes de salir a la plaza, se le retocan los cuernos, -pitones en lenguaje taurino-, para dar un aspecto más bravío. Al animal se le administran laxantes para provocarle diarrea que le debilite; se le carga con sacos de arena en el cuello, procedimiento por el cual se pretende evitar riesgos de cornadas. Le ponen vaselina en los ojos para dificultar su visión y le golpean los riñones y los testículos para que salga enfurecido.
Una vez en la plaza no sólo actúa el torero.
El torero tiene cómplices, es ayudado por picadores que le clavan al toro una lanza de 40 cm. en el cuello con fuerza, ejerciendo presión desde un caballo, que frecuentemente tampoco sale indemne. El picador destroza al toro los músculos del cuello, vasos sanguíneos y nervios.
Tras esto, y para que la hemorragia no cese, provocarle más heridas que sangren a la vez; y para que el dolor aumente, numerosos banderilleros le van clavando al animal punzones de acero en el mismo lugar de la pica.
Las heridas en el lomo y en la espina dorsal, más la abundante pérdida de sangre que no cesa, impiden que el toro pueda levantar con normalidad la cabeza, este es el objetivo que se persigue; y es entonces cuando el torero tiene su momento para tranquilo acercarse al toro y “lucirse”, delante de la afición, tocándolo o dándole la espalda, burlándose o haciendo la bravatería que se le ocurra pretendiendo demostrar valentía al público.
Cuando alcanza este lastimoso estado en que apenas consigue tenerse en pie, apenas ve, no puede levantar el cuello, es cuando la “corrida” alcanza el punto álgido. Entonces el llamado matador por unos, matatoros por otros o directamente asesino, por otros, se aproxima al toro con una espada de 80 cm. y si el animal tiene suerte muere a la primera, porque por lo general no es tan maestro el “maestro” y recurre a los sucesivos estocadas. Si el animal no cae muerto, se remata con la o las puntillas en la cerviz, un puñal de 10 cm. que le clavan en la nuca para intentar seccionarle la médula espinal.
Dependiendo del lugar por donde entre la espada, puede atravesar el corazón del toro, el hígado, los pulmones o seccionarle alguna arteria, caso este último que es cuando el empieza a vomitar sangre.
El animal queda inmóvil, sin que pueda respirar siquiera, en la mayoría de los casos muere por asfixia o ahogado en su propia sangre, que sale a borbotones por la boca y por la nariz.
Aunque inmóvil y sin control ninguno sobre la movilidad de su cuerpo, en muchas ocasiones el toro o la vaquilla, continúan vivos; permanece vivi en el momento en que le cortan las orejas o el rabo; o las orejas y el rabo, según se estime que lo vale la faena del “maestro” de la crueldad; esto es lo que sucede mientras se le saca arrastrando de la plaza, el animal permanece aún vivo, entre el fervor del auditorio y el júbilo que hace que saquen de la plaza al torero subido a hombros de los compañeros o de la gente del público.
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