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Ternero de un día de edad arrancado a su madre para ser subastado

El lado obscuro del día a día en la industria de producción lechera.

¿Te imaginas que te arrancaran a tu hijo recién nacido, para venderlo y alimentar con tu/su leche a otros... que ni siquiera la necesitan?

Muy al contrario de la imagen bucólica que se tiene de su existencia y que es cuidadosamente mantenida por la publicidad en la imaginación de los consumidores, la vaca lechera es sin duda, de todos los animales de granja, el que más sufre de todos.

Las vacas producen leche por una simple razón: son mamíferos que tienen que alimentar a sus crías, exactamente como es el caso para una hembra humana, y el proceso que hace que esto suceda es igualmente el mismo: la pregnancia, el nacimiento y el amamantamiento. ¡En dos palabas, si no hay bebés, no hay leche!
La cruel consecuencia de este mecanismo es que a las vacas se les permite amamantar a sus crías por tan sólo un día o dos, tras lo cual éstas últimas, aún todas trémulas, les son fríamente arrancadas, pues las vacas lecheras no son vistas por la industria como madres que producen alimento para sus crías, ni siquiera como seres sintientes, sino como meras máquinas de leche. Esta desgarradora separación, en palabras del Profesor John Webster, del Departamento de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Bristol, es «el más incidente más potencialmente angustioso en la vida diaria de una vaca».

Ahora, la producción natural de leche de una vaca empieza a menguar de los nueve a los doce meses después de haber dado a luz, es decir cuando, en condiciones naturales, su becerro se hubiera destetado.
Evidentemente esta situación es mala en términos económicos, por lo cual, para mantener fluyendo la producción de leche, el animal será inseminado artificialmente de dos a tres meses después de haber parido – y esto, una y otra vez, un año tras otro. El resultado para el animal será la doble y simultánea carga de un embarazo y una lactancia que se extenderá por siete de cada doce meses cada año de su corta vida. Efectivamente, hay que saber que la vida promedio de una vaca en su estado natural es de veinticinco años, mientras que la de los ejemplares utilizados por la industria láctea rara vez rebasa los cinco o seis, pues esto no es todo: para aumentar aún más la producción, se somete a las vacas a manipulaciones genéticas y técnicas intensivas de producción, suministrándoseles cantidades masivas de hormonas especiales, como la de crecimiento bovino (BGH) y esteroides. Esto provoca que sus ubres sean tan grandes que se arrastren por el piso y se infecten, lo cual conlleva la administración constante de múltiples antibióticos, incluso varias decenas... En efecto, una vaca sana y que lleva una vida natural y decente en el campo genera unos cuatro litros y medio de leche al día, mientras que la industria moderna tortura a estos animales para hacerlos producir hasta 45 litros diarios.
Esta despiadada y brutal explotación tiene un precio muy alto, que se traduce en espantosas mastitis, secreciones masivas de pus, cojera, infertilidad, y bajas de la producción de leche.

Así, después de haber llevado una existencia dolorosa y miserable, la vaca, completamente exhausta y literalmente agotada, a menudo incapaz de siquiera mantenerse de pie, es finalmente transportada a un matadero, donde acabará sus días colgada de un gancho con la garganta cercenada. Esta es la manera como el hombre le agradecerá a estas nobles bestias el sacrificio de toda una vida, vivida en condiciones de abyectas de esclavitud, y sacrificada toda a nuestro buen placer. La vaca lechera es, según el arriba citado Profesor Webster, «expuesta a más exigencias fisiológicas anormales que cualquier otro animal de granja. Asimismo constituye – afirma – «el ejemplo supremo de una madre sobreexplotada».


Detrás de tu filete se esconde un animal que alguna vez estuvo dotado de sentimientos, de una consciencia, de una voluntad de vivir; no una «cosa» ni un «objeto de intercambio», no un «bien de consumo y de desecho», sino un individuo que sufrió terriblemente en nombre de tu placer.
Ahora, después de ver esto, pregúntate: ¿Qué ves en la carne del cadáver de la vaca que guardas en tu refrigerador?
Tal vez, sólo tal vez, después de verla por lo que fue, se dispare tu sentido más puro de la ética y dejes de fomentar este holocausto.
Plantéate sólo una pregunta: ¿Qué valoras más? ¿La vida de un individuo, o el sabor que te proporciona su esclavitud, su martirio y su asesinato?
Pero se puede vivir sin infligir este sufrimiento. Se puede vivir sin matar.
Antes de comer, reflexiona:
Si quieres hacer algo por ellos, hallarás la manera; si no, encontrarás una excusa.

❧ Ver nuestro video « ¡Las madres aman a sus hijos! »: https://www.facebook.com/video/video.php?v=288904704459122

❧ Leer también nuestro artículo: «Hermanos humanos, tengan compasión»: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=241035419266096&set=a.241016225934682.53273.240564585979846&type=1&theater

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